lunes, 14 de abril de 2008

La izquierda que no fue

Por: Ciro Murayama Opinión La Crónica
Quienes la semana pasada supusimos que, además de una serie de irregularidades puntuales, la elección del PRD arrojaría —como indicaron los conteos rápidos— un claro ganador de esa contienda interna, erramos.
Aunque los temas de los que debe ocuparse un partido político no sólo son domésticos, es imposible pretender que ahora la discusión, por ejemplo, sobre la reforma energética se vuelva el centro de atención haciendo de lado un riguroso balance sobre el desaseo en los comicios del PRD.
Sí, el petróleo y otros asuntos son clave para el país, pero su importancia no puede servir de pretexto para ocultar la severa crisis política y ética en que los perredistas han incurrido por sí mismos.
Ninguno de los adversarios del PRD habría conseguido dañar tanto la credibilidad del partido como lo han hecho sus militantes y dirigentes.
Las torpezas del actual gobierno, la insensibilidad para mantener en su cargo al secretario de Gobernación aun a costa de lesionar la figura presidencial o las malas prácticas de algunos gobernadores del PRI —Puebla y Oaxaca, por citar los casos más conocidos— no pueden servir como coartada para dejar pasar de largo las prácticas que se vuelven un lugar común en el perredismo.
La responsabilidad es intransferible.La retahíla de irregularidades pasa por todas las malas artes de la corrupción electoral que fue necesario desterrar de los comicios constitucionales en México: compra de votos, simulación de sufragios, acarreo, robo y quema de urnas, interferencia de la votación por medios violentos. Todas esas prácticas, por cierto, son consideradas delitos en el Código Penal, por lo que si se hubiesen cometido en una elección constitucional se estaría solicitando no sólo la intervención del Tribunal Electoral, sino también del Ministerio Público.
A ese triste grado ha llegado la convivencia, por llamarla de alguna forma, en el PRD.Con tales irregularidades resultó imposible que los conteos rápidos arrojaran información confiable: las muestras estadísticas de una elección funcionan cuando esa votación es limpia, no cuando ocurre un fraude generalizado.
Tanto es así que fenómenos desconocidos en la picaresca mexicana de alteración del voto se hicieron presentes, como la aparición de actas de escrutinio correspondientes a casillas que jamás se instalaron.
Si uno se atiene no a lo que los analistas vienen diciendo, sino a las expresiones de los propios militantes del PRD, será imposible saber quién ganó: se infló la votación, se robó la documentación, etc., por lo que votos válidos y legítimos están contaminados por sufragios inventados y apócrifos.
No sirvieron los conteos —encargados, por cierto, a una de las empresas cuyos conteos en 2006 dieron por triunfador a Felipe Calderón, lo que habla de que o son muy olvidadizos o que la descalificación a esos ejercicios hace año y medio se debió no a una convicción sino a una estrategia basada en la mentira— y por lo mismo también se volvió inoperante el PREP perredista y ni siquiera un recuento voto por voto permitiría limpiar la elección a sabiendas de que hay boletas depositadas de manera ilegal.
Desde el mismo PRD con frecuencia se menosprecian los avances de la llamada, despectivamente, “democracia electoral” —como si pudiera haber algún sistema político democrático que no fuera electoral—. Pero resulta que ese mero “detalle técnico” del procedimiento electoral, del que a su vez depende nada más y nada menos que la legitimidad de las instituciones —como insistía José Ortega y Gasset—, es imposible de desahogar de manera adecuada por los perredistas en su vida interna.
¿Cómo confiar en las bondades del discurso del PRD, en la nobleza de los fines que dice perseguir, si entre compañeros son capaces de infligirse toda suerte de trampas? ¿Cómo creer que ese partido puede encarnar un proyecto de renovación política si la corrupción está impregnada hasta la médula de sus prácticas internas? ¿Cómo esperar que este partido, en caso de ser gobierno nacional, renuncie al abuso cuando sus militantes lo practican de forma reiterada para dirimir sus diferencias?
Mal haría el PRD en esperar que sea la desmemoria lo que le permita alejarse de esta crisis y reaparecer como una opción viable, y sobre todo confiable. Porque el PRD seguirá siendo necesario, pues en un país con las desigualdades que tiene el nuestro la existencia de un amplio partido de izquierda es una necesidad de todos, incluidas las demás fuerzas políticas.
Pero que un partido de izquierda sea necesario no quiere decir que cualquier PRD lo sea.Con una atención pública menor, el partido Alternativa Socialdemócrata ha tenido su propia crisis, que incluyó una asamblea rota por la vía violenta en el Distrito Federal hace dos domingos.
Sin haber sido capaz de desarrollar los méritos para ser considerada lo que su nombre supone —el partido votó sin más la modificación a la ley del ISSSTE, simpatizó con el esquirolaje de los partidos pequeños a la reforma electoral, se alió con el PRI y Nueva Alianza (un partido que es la cara electoral de uno de los sindicatos más corruptos del país) en Veracruz, no se conocen sus tesis en materia de desarrollo económico y equidad social, por ejemplo—, esta joven fuerza política ya acumula los vicios más añejos de nuestros políticos. Es una pena.
Que dirigentes de ese partido hayan decidido recurrir a golpeadores para vencer a sus compañeros recuerda una frase del escritor Manuel Rivas: hay quien, con tal de escalar muy alto, desciende a lo más bajo.
ciromurayama@yahoo.com

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