viernes, 19 de septiembre de 2008

La socialdemocracia como choteo

Por: Ricardo Becerra Opinión

Assar Lindbeck, un importantísimo economista sueco, escribió en 1975: “Si algo he entendido del pensamiento filosófico y político, nada resulta más difícil que ser socialdemócrata, por su ambición y su complejidad, porque es la única corriente que no apuesta su resto a un solo valor fundamental, sino que intenta unificar en un solo verbo, libertad e igualdad” (Desigualdad y política redistribituva, p. 32).
Creo que sigue teniendo razón. Las grandes escuelas históricas que estructuran las ideas de lo social, el liberalismo, el neoliberalismo, el socialismo, etcétera, han privilegiado siempre un solo principio organizador, una prioridad moral absoluta desde la cual conciben al mundo.
Para los comunistas, la libertad era una ficción, una mascarada de la explotación, si no se construía primero un piso igualitario desde el cual cada quien, eligiese y actuase en las mismas condiciones.
Para los liberales, en cambio, la libertad produce igualdad; solo mediante un ejercicio irrestricto de acción individual es posible crear las estructuras para una sociedad menos injusta. Los neoliberales incluso plantean —con todas sus letras— que la desigualdad no sólo es natural, sino deseable y aun, saludable, porque la desigualdad es el terreno para que la iniciativa, la creatividad y el esfuerzo sean debidamente gratificados.
La socialdemocracia es difícil porque establece la prioridad simultánea de los dos principios históricos. No es verdad que uno produzca al otro y no es deseable que alguno de los dos términos deba predominar y predeterminar a las decisiones y actos del Estado. El experimento soviético es la trágica muestra de la libertad ahogada en nombre de la igualdad.
La edad de plomo latinoamericano (que lleva entre nosotros toda una generación) exhibe, a costa de 800 millones de pobres persistentes, que la liberalización incondicionada se desentiende y agudiza la desigualdad.
Por eso hay que tomarse en serio la historia y la práctica socialdemócrata. En México, desde el año 2000, Gilberto Rincón y los suyos convirtieron a la idea en un esfuerzo práctico y se quedaron a un tris de lograrlo; vino el malhadado Partido de la Rosa sin suerte y finalmente, durante la última elección, Alternativa Socialdemócrata (de incierto trayecto) logró instalarse en el escenario electoral de México.
La cosa ha ido tan lejos que en la última asamblea del Partido Revolucionario Institucional, fue cambiada su declaración de principios para convertir al partido más viejo de México en uno que dice “inscribirse en la corriente de la socialdemocracia mundial”.
Pero ¿qué significa socialdemocracia hoy, en México? A mi modo de ver, un ideario que no puede renunciar a cuatro ideas: 1) No hay crecimiento económico sin redistribución del ingreso desde el principio del ciclo; la idea de que la igualdad debe esperar el “goteo” del desarrollo no solo es falsa, sino que milita prácticamente contra del crecimiento mismo. En México, la debilidad del mercado interno, la precariedad de las clases medias, la concentración oligopólica, han sido el factor esencial del estancamiento por toda una generación; 2) la redistribución tiene nombre: construcción de un Estado de Bienestar, o sea, un marco material de derechos universales, que ayudan a todos, a enfrentar los riesgos de la vida (desempleo transitorio, invalidez, vejez, enfermedad). Se trata de una construcción que brinda seguridad a los ciudadanos por el hecho de serlo y no por pertenecer a un partido, a una comunidad o a una clientela. 3) esta redistribución está soportada por los impuestos directos, al ingreso y a la renta; una vez que las medidas de seguridad económica y redistribución se garanticen, otros impuestos, como el IVA a productos básicos, son aceptables o negociables; 4) tiene que ser adoptada mediante la construcción política de una mayoría social; el compromiso democrático no es accesorio sino esencial; la legalidad, el respeto al Estado de Derecho y a las reglas electorales pactadas, son parte del programa.Estas ideas no son una utopía ni una aspiración, sino una victoria histórica en Europa, Japón y los Estados Unidos.
Una victoria parcial y limitada como todas, pero un triunfo que ha transformado la sociedad y que ha cambiado la vida de millones de personas las cuales, en otras circunstancias, estarían condenadas a la exclusión y la miseria. Además, es una victoria conseguida por medios pacíficos, legales e institucionales, erigida sobre el apoyo libre y mayoritario y no mediante truculentas invocaciones al pueblo o al poder redentor de las armas.
Los que creemos en la idea socialdemócrata no podríamos reprochar al PRI que asuma la idea como chispazo orientador. Pero por eso mismo, hay que exigirle seriedad, discusión profunda y pública, un replanteamiento que no sea oportunista ni decidido en 20 apresurados minutos.
Si el PRI, pero también el Partido Socialdemócrata, Nueva Izquierda (en el PRD), no realizan esta tarea política e intelectual, entonces, cualquier idea, cualquier programa u ocurrencia será contrabandeado con el santo y seña de la socialdemocracia, convirtiendo al proyecto político más civilizador del siglo XX en el más burdo objeto de choteo.
ricbec@prodigy.net.mx

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